jueves, 6 de octubre de 2016

CADÁVER EXQUISITO DE UN PAYASO

Ella dejó el maquillaje, yo pongo la nariz y la calle me da las risas. Es tarde, llueve y tengo hambre. Saldré a mi esquina esperando que no esté Renata, sus lentejuelas opacarían a las mías.

Empezaré mi rutina en el bus. Otra vez no he causado gracia, menos dinero. Cinco centavos de pena, quince de lástima, dos centavos para que me calle. Ni una sonrisa. Al fin llegué a la esquina. Maldición. Renata está ahí, incluso de negro opaca mis colores. Roba sonrisas con solo pararse ahí. ¡Cómo la odio! Vender sus labios, comprar alegrías, ¿y yo soy el payaso?. Pero hoy me robaré el show, preparé lo que necesito, aún huelo la pólvora. Hoy será espectacular. 
 
Llegó la noche. Estoy en medio de la plaza. Renata no se ha movido de su esquina. No importa, éste es mi espectáculo. Solo distingo un par de rostros en la oscuridad. Es hora de comenzar. Luces, las de los faroles. Cámaras, si acaso una mirada. Acción, el miedo que me ruge en las entrañas. Muevo la boca para decir un chiste, pero no puedo. Silencio. Más silencio. Se me trabó la mandíbula. Todos me miran con odio, solo puedo hacer muecas. Tengo miedo, pánico escénico le dicen. No puedo hacerlo. Función Fallida. Todos se van. Alguien me lanza un centavo. Veo acercarse a Renata entre las sombras. Me mira sin compasión, toca mi hombro y solo me dice: “Eres un payaso”. La miro. Ella se va. Lo comprendo, soy un payaso. Al final volarse los sesos en medio de la plaza no tiene ninguna gracia. 

Francisco Contreras
Carlos Puga
Brayan Chaparro
Quito-Ecuador