Gonzalo
Cadena siempre vivió solo. Todos los días, él compraba el
periódico en el kiosco que está cruzando la calle. Me lo encontré ahí una
mañana, me hizo una invitación para tomar una copa en su casa. “Lo espero a las
8pm”, dijo él. Yo acepté, no tenía muchos amigos en el barrio y me parecía
amigable.
Imaginé que tendría un hogar de apariencia excéntrica, lo creía por su
forma ermitaña de ser, pero no era nada fuera de lo común. Me recibió de forma
amable y me invitó sentarme en el sillón de
su sala; tomé asiento junto a él.
Me dio
una copa de vino. Hablamos de los vecinos. Contó dos anticuados chistes. Y
cuando el reloj marcó las 10 de la noche, me dispuse a despedirme. Al
levantarme del sofá noté que Cadena apilaba muchos periódicos en una de las
esquinas de la sala.
-¿Le
gusta mucho leer el periódico?- le pregunté a Cadena.
-No, yo
odio el periódico- respondió sonriendo.
-Entonces,
¿para qué los compra?
-Compro
el periódico para no perder la noción de la realidad, bueno, de esta realidad. ¿Nunca
se preguntó por qué no salgo del barrio? Lo único que sé es que me llamo
Gonzalo Cadena, o eso creo. Tengo que
leer el periódico para saber en dónde vivo y qué es lo que sucede, porque todo
el tiempo tengo sueños y olvido hasta el año en el que estamos.
-¿Cómo
son sus sueños?- le pregunté
-¿Nunca siente
que esta vida es ajena a usted? Yo estoy casi seguro que este no es mi cuerpo,
que un ser atemporal me dejó aquí y necesito salir. ¡Yo quiero salir!
- Sr.
Cadena, ¿qué clase de broma es esa?
-No es
broma, yo estoy maldito. Y el dueño de este cuerpo fue quien me maldijo, pero
ahora ya sé como emerger y ser yo.
-No está
maldito, Sr. Cadena. Usted necesita ayuda.
-Lo que
necesitaba usted ya me lo trajo.
Él se
aproximó hacia mí, extendió su mano y tocó mi hombro.
-¿Qué planea conmigo?- pregunté.
-El
kiosco abre a las 8 de la mañana- dijo Cadena.
Sentí un
fuerte mareo y aprecié cómo mi cabeza revotaba en el suelo al caer. Miré al
techo y apareció un bucle de luces, de todos los colores, era hermoso. Mi
cuerpo se proyectaba como una sombra en medio de la luz, pero algo andaba mal. Luego
todo se hizo oscuridad.
***
Abrí los
ojos, sentía que dormí más de dos noches enteras. Alguien tocó el timbre de la
casa. Ya había amanecido, yo seguía tendido en el suelo, en el suelo de la casa
de Cadena. Me levanté despacio y abrí la puerta. Era mi esposa con tristeza en
el rostro.
-Buenos
días, usted debe ser el Sr. Cadera. No quiero molestarlo, pasaba para preguntar
si sabe algo de mi esposo, hace dos días no aparece- dijo ella.
Miré mis manos
y lloré.
-No sé
nada. Discúlpeme, pero tengo que comprar el periódico.
Francisco Contreras
Quito- Ecuador