domingo, 14 de octubre de 2018

Un café con Superman

Una mañana, yo caminaba por el parque más grande de Metrópolis. Cuando pasé junto al lago del lugar, escuché un leve sollozo. ¡Sorpresa la mía! Era Superman llorando, sentado en una de tantas bancas como cualquier infeliz.

Me acerqué al llorón para tener  mejor vista de la graciosa escena, pero notándolo todo mortal y lacrimógeno, decidí perder mi tiempo preguntándole la razón del lloriqueo.

-¿Qué pasa Super? ¿Te contaron lo de Krypton?- le dije.

-No estoy para bromas, mejor retírese- respondió en tono kryptoniano.

-Tranquilo, mi Super. Mira ahí está un migrante que vende café, te compraré uno y me cuentas el porqué de tanta lágrima- le dije y aceptó moviendo la cabeza.

Le compré el café y me senté con él, como cualquier infeliz. Superman tomaba pequeño sorbos de la bebida, como si algo le dijera que se quemaría con el líquido, pero no era así.

-¿Qué haría que un tipo famoso, poderoso y extranjero como tú, esté llorando en medio de un parque?-le pregunté.

-Gracias por el café- me dijo mientras miraba al suelo. – Yo me siento arruinado. Los humanos son abominables, y día a día, tengo que vestirme y actuar igual de despreciable.

-¡No digas eso! Si alguien escucha te meterás en líos- le advertí.

-¿Quién me escuchará? ¿Los sabuesos de Diario El Planeta? – Dijo irónicamente.

-No seas tan dramático, mejor sígueme contando tus molestias. Tengo 30 minutos libres antes de ir a mi trabajo.

-Claro, señor terapeuta del parque, te daré un resumen. Cuando llegué a este planeta, una pareja de granjeros me adoptó. ¿Cómo lo hicieron? Pues falsificando documentos y creándome una identidad terrícola. Mi presencia llenó el vacío de sus vidas, pero abrieron grietas en mi mente. Desde pequeño me enseñaron a ser como ustedes, o el ideal de lo que son ustedes. No querían aceptar que venía de las estrellas, pero obligaron que mi cabeza entre en el molde humano. Fui forzado a negar lo que soy. Mis padres me escondieron mi origen por años. Engaños, mentiras y discursos morales que nadie cumple… Así fue cómo me criaron. Luego dejé la granja y vine a Metrópolis, y creyendo en todo ese lavado de cerebro que tuve, decidí defender estupideces y vivir honorablemente como un perdedor. ¿Sabes cómo? Poniéndome lentes y un traje de poliéster chino… Así me camuflo entre ustedes. Estoy seguro que muchos saben que soy Superman, pero tienen miedo de decir que un infeliz cualquiera pelea contra Brainiac. Y así es mi vida. Todos los días me levanto, me pongo mi traje de poliéster chino, me peino como idiota, uso lentes de miope, y voy a un trabajo inmundo. Todos los días me disfrazo de humano. Todos los días espero que mi identidad humana se suicide. Solo durante unos momentos puedo ser yo, puedo volar y dejar que mi ira fluya. ¿Por qué crees que peleo? No es para salvarlos, es para desahogarme, para sentirme poderoso en medio de mortales. Por eso acepto trabajar como arma del gobierno, porque aquí no hay buenos ni malos, todos son igual de despreciables… También acepto ser su juguete para que no me maten, a mí, el kryptoniano. Que no te sorprenda si un día pierdo el control y las balas de kryptonita se ponen de moda.

-A todos nos arruinaron. ¿Te gustó el café, Super?- Le dije, mientras entendía lo virulenta que es la humanidad, pero me ahorré mi discurso de: “Todos somos un Superman apaleado por la crianza de nuestros padres y la angustiosa cotidianidad”. Preferí solo mirarlo.

-Sí, muchas gracias. Tengo que irme– dijo el hombre de acero.

Superman echó vuelo y las personas que circulaban por el parque lo vieron.

-¡Es un ave!- dijo un miope.

-¡Es un avión!- dijo un hombre con peinado de idiota.

-¡No! ¡Es otro extraterrestre al que arruinamos!- dije yo.


Francisco Contreras
Quito - Ecuador

contacto: contreeltao@gmail.com